BELMEZ en al noche del 19 de enero de 2009.
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Uno de los primeros recuerdos que tengo de la infancia es el camino hacia “el puerto” junto a mis hermanos y algunos amigos la mañana el 19 de enero. Mi padre “reclutaba” a sus alumnos y con ellos íbamos varios chavales más pequeños a recoger tomillos. Día típico de invierno, frío, niebla mañanera, tarde agradable y noche de “pelona”. Todo el día en el campo hasta que comenzaba a ponerse el sol arrancando lo que llamamos tomillos, aunque en realidad es lavanda, y hacerlos haces para transportarlos a ese lugar del pueblo escogido para hacer la hoguera por la noche.
Los más pequeños nos pasábamos todo la mañana jugando al fútbol en una improvisada cancha con porterías hechas de piedras y alguna prenda de ropa colocada encima mientras los que eran un poquito más grandes, azada en mano, hacían acopio de “tomillo” y leña. Parada al mediodía para comernos el bocata y empezar a preparar la vuelta. Con suerte, algún padre o conocido tenía un remolque o una camioneta que cargaba todo el material. Pero lo normal era volver de nuevo a pie, arrastrando los haces, o en bici, con los tomillos en la parte de atrás.
Una aventura. Los años pasan, pero el ritual se repite todos los 19 de enero... “EL DÍA DE LOS TOMILLOS”.
La percepción que tengo de la fiesta es un reflejo de mi vida en el pueblo a lo largo de todos estos años; en realidad un reflejo de la sociedad belmezana, como creo que ocurre con todas las tradiciones populares. Durante algún tiempo el ambiente y el número de hogueras se vió reducido, tan sólo las “candelas” con más solera mantuvieron la tradición. Curiosamente estos años coinciden con los años en los que mis amigos de colegio tuvieron, con la edad, que emigrar fuera, los años en los que la población de Belmez y toda la comarca sufrió el retroceso más grande. Seguramente el pesismismo y la desgana provocado por el terrible virus de la emigración sean más influyente en el descenso del número de hogueras en ese tiempo que la propia emigración en sí. Puede y debe ser un indicador clave para entender que las tradiciones en general y las fiestas populares en particular deben ser ingrediente de los cimientos de un pueblo, hay que mantenerlas, enseñarlas e incluso difundirlas con orgullo y con pasión.
El día de Los Tomillos puede ser el día más romántico de Belmez, la fiesta que los belmezanos y belmezanas tanto los que estamos en Belmez como los que por desgracia tienen que estar fuera, recordamos, cuidamos y añoramos con más intensidad; seguramente porque desde muy pequeños hemos “mamado” este día, hemos arrancado tomillos, hemos respirado el aroma nocturno de esta fiesta, hemos saltado las hogueras y hemos bailado alrededor del calor de la candela y la hospitalidad de los vecinos. La noche en la que todos tomamos por primera vez el pitarra en una bota con la cara tiznada y el día en el que más se canta. La estampa de un pueblo ardiendo por todas las calles y oliendo a planta aromática, respirando tradición y comiendo los productos de las matanzas de diciembre. El día en el que personalmente depuro y aumento mi sentimiento por Belmez y la cultura popular, un amor que los belmezanos llevamos en la impronta y que los visitantes adquieren con el primer trozo de chorizo que se llevan a la boca.
Los más pequeños nos pasábamos todo la mañana jugando al fútbol en una improvisada cancha con porterías hechas de piedras y alguna prenda de ropa colocada encima mientras los que eran un poquito más grandes, azada en mano, hacían acopio de “tomillo” y leña. Parada al mediodía para comernos el bocata y empezar a preparar la vuelta. Con suerte, algún padre o conocido tenía un remolque o una camioneta que cargaba todo el material. Pero lo normal era volver de nuevo a pie, arrastrando los haces, o en bici, con los tomillos en la parte de atrás.
Una aventura. Los años pasan, pero el ritual se repite todos los 19 de enero... “EL DÍA DE LOS TOMILLOS”.
La percepción que tengo de la fiesta es un reflejo de mi vida en el pueblo a lo largo de todos estos años; en realidad un reflejo de la sociedad belmezana, como creo que ocurre con todas las tradiciones populares. Durante algún tiempo el ambiente y el número de hogueras se vió reducido, tan sólo las “candelas” con más solera mantuvieron la tradición. Curiosamente estos años coinciden con los años en los que mis amigos de colegio tuvieron, con la edad, que emigrar fuera, los años en los que la población de Belmez y toda la comarca sufrió el retroceso más grande. Seguramente el pesismismo y la desgana provocado por el terrible virus de la emigración sean más influyente en el descenso del número de hogueras en ese tiempo que la propia emigración en sí. Puede y debe ser un indicador clave para entender que las tradiciones en general y las fiestas populares en particular deben ser ingrediente de los cimientos de un pueblo, hay que mantenerlas, enseñarlas e incluso difundirlas con orgullo y con pasión.
El día de Los Tomillos puede ser el día más romántico de Belmez, la fiesta que los belmezanos y belmezanas tanto los que estamos en Belmez como los que por desgracia tienen que estar fuera, recordamos, cuidamos y añoramos con más intensidad; seguramente porque desde muy pequeños hemos “mamado” este día, hemos arrancado tomillos, hemos respirado el aroma nocturno de esta fiesta, hemos saltado las hogueras y hemos bailado alrededor del calor de la candela y la hospitalidad de los vecinos. La noche en la que todos tomamos por primera vez el pitarra en una bota con la cara tiznada y el día en el que más se canta. La estampa de un pueblo ardiendo por todas las calles y oliendo a planta aromática, respirando tradición y comiendo los productos de las matanzas de diciembre. El día en el que personalmente depuro y aumento mi sentimiento por Belmez y la cultura popular, un amor que los belmezanos llevamos en la impronta y que los visitantes adquieren con el primer trozo de chorizo que se llevan a la boca.
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14 comentarios:
No se que decir a este comentario......BRAVO Antonio Jesus.
No entiendo como puede haber gente a la que no le guste esta noticia.....
ANTONIO JESUS, hago míos todos esos recuerdos, además les añado la añoranza, los que estáis ahí tenéis la suerte de poder seguir disfrutándola, aunque han cambiado muchas cosas, antes llevábamos los tomillos a cuestas, que cuando llegábamos teníamos la mitad, de las veces que se nos caían al suelo, ahora con los coches no tienen problemas, bueno la vida va evolucionando, antes no teníamos coches pero aun así era fantástico algo que siempre tendremos en nuestros recuerdos tantos BELMEZANOS que estamos fuera, yo creo que si le ponemos algo de imaginación nos llega ese olor tan inconfundible, de los tomillos ardiendo, A DIVERTITSE TOCA, que paséis una buena noche.
Un comentario muy bonito, es nuestra realidad...
¡Enhorabuena! Antonio Jesús por este comentario que tan certero, emotivo y excelentemente construído nos has dejado a todos los belmezanos, ausentes y no, y a cuantos, sin serlo, estoy seguro que siguen con interés tu blog. Que viene a ser como una ventana a través de la cual se van viendo desfilar las tradiciones, personas, noticias y hechos relevantes que a diario se producen en nuestro querido pueblo.
Gracias por esta brisa de aire fresco con que nos obsequias cada día y que todos tengamos la sensatez y altura de miras suficientes para reconocer la impagable labor que vienes realizando en pro de Belmez y de mantener este incuestionable nexo de unión de los belmezanos emigrados con la tierra que nos vio nacer.
La tradición de encender las candelas siempre ha sido a las 8 de la noche...no a las 5 ni a las 7 ni a las 9...tambien era tradición quemar tomillo...ahora se quema lo primero que se pilla...era costumbre comer beber y cantar en la hoguera...ahora en algunos casos se hace un botellon con el radiocasette a tope, en el que al lado hay una candela...Se esta desvituando un poco la tradicion, pero aun asi hay candelas bonitas como la de 7 mil que son lo que los tomillos eran. Es un día muy bonito.
me ha emocinado mucho
Cuando llevas mas de quince años sin poder disfrutar esta fiesta con los tuyos es inevitable emocionarte al leer este articulo.
Yo tambien soy de la generacion "alumnos de cobos". Y mis recuerdo de ir con mihermano, mis hermanas y los vecinos a coger los tomillos. A la vuelta nos pasabamos por el taller de "Pepin" que siempre ns daba un par de ruedas y menudas chispas saltaban.
Ahora me da mucha pena no poder estar ahí con mis padres y que mis hijas disfruten de esta fiesta que es tan nuestra. Otro año será.visi
un comentario muy bonito,y asi eran los tomillos de antes como bien dices hacer las candelas que se encendian a las 8 de la tarde para calentar a el santo san sebastian,y no como ahora que se hace el fin de semana que se encienden mas candelas que el dia de los tomillos y sin apenas tomillo la de siete mil si es de tomillo y gran candela sigamos con la tradicion y agamosla en su dia caiga en el dia que sea
¿Quien hace que no decaiga esta fiesta tan bonita?
Me alegro mucho que la fiesta no decaiga, a ver si el año que viene puedo compartirla con vosotros. Un pequeño apunte: Lo que se recoge (o por lo menos recogíamos) se llama cantueso o TOMILLO BORRIQUERO, nombre científico Lavandula stoechas, por lo que esta bien dicho "el día de los tomillos"
agradezco que las candelas se encendieran el sabado, ya que los que vivimos fuera hemos podido disfrutar de la fiesta y hasta las cuatro de la mañana. a mis hijos les ha encantado.lo importante es que disfrutemos de este dia y sigamos la tradicion sanamente.
Hay muchas tradiciones y fiestas en Belmez, pero sin duda la que mejores recuerdos me trae a la memoria es el día de los tomillos. Antes no teníamos coches ni furgonetas para desplazarnos y poder traer más tomillos para que nuestra candela durara más tiempo, antes íbamos andando y aguantábamos todo el día incluso con el culo dolorido después de habernos caído en una "arbulaga" como aquí le decimos. Recuerdo a mi padre que disfrutaba con todo esto y con su ingenio nos hizo un super carrillo con las ruedas viejas de una moto y como él decía "hasta que no lo llenemos hasta las trancas no nos vamos pal pueblo". Entre el reto que nos ponía y sus chascarrillos llegábamos al pueblo cargaditos de tomillos y ramas. Es un recuerdo tan bonito que animo a todo el mundo para que no se pierda esta tradición, incluso los 20 años que viví en León en mi casa comía migas hasta mi "Sivestre" que era un perro de León pero criado con tradiciones belmezanas .
Rafi Castillejo
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